La limpieza de portales, escaleras, zonas comunes y garajes es uno de los servicios más básicos en cualquier comunidad de propietarios. Sin embargo, en los últimos años, son cada vez más las voces que alertan de una pérdida progresiva de calidad en el sector. Las quejas y reclamaciones han aumentado exponencialmente, generando un descontento entre los vecinos que termina con cancelaciones de contratos, sustituciones de empresas, etc. Y no se trata de casos aislados, es un fenómeno que se repite en toda España y que tiene causas profundas que merece la pena analizar.
Un sector presionado por el precio
Muchas comunidades de vecinos priorizan pagar lo mínimo posible sin reparar en la calidad real del servicio. Esta tendencia provoca que las empresas ajusten al máximo los presupuestos, reduciendo horas de trabajo, disminuyendo el número de operarios o recortando en materiales y productos. El resultado es un servicio más pobre, con menos tiempo para atender correctamente cada rincón y, por tanto, con una calidad perceptiblemente inferior.
Salarios bajos y falta de estabilidad
La limpieza es uno de los sectores con peores condiciones laborales en España. Según datos sindicales, gran parte del personal cobra apenas por el Salario Mínimo Interprofesional y trabaja con contratos parciales muy fragmentados. Este modelo dificulta enormemente la conciliación y hace que la rotación sea muy alta. Los trabajadores, sin estabilidad ni incentivos, cambian con frecuencia de empresa, lo que repercute directamente en la continuidad y calidad del servicio.
El relevo generacional que no llega
Durante décadas, la limpieza en comunidades estuvo cubierta por profesionales con experiencia, muchos de ellos pertenecientes a la generación del “babyboom”. La jubilación progresiva de este colectivo ha dejado un vacío difícil de cubrir. Hoy resulta complicado atraer a jóvenes a un sector percibido como duro, mal pagado y poco reconocido. La consecuencia es que cada vez hay más falta de mano de obra cualificada y mayor dependencia de personal sin formación específica.
La paradoja de las comunidades
A menudo, son las propias comunidades las que alimentan este círculo vicioso. Quieren pagar lo mínimo posible, pero al mismo tiempo exigen resultados impecables. Cuando se contrata solo en función del precio, el recorte de calidad es inevitable. Las comunidades deben entender que la limpieza es un servicio fundamental para la imagen, la salud y la convivencia en el edificio. Reducirlo a una cuestión de “cuánto nos cuesta” es hipotecar la calidad de vida de todos los vecinos.
Caminos para revertir la situación
Para recuperar la calidad perdida, es necesario un cambio de mentalidad en la forma de contratar y gestionar la limpieza:
- Definir claramente las tareas y frecuencias en el contrato, en lugar de limitarse a “tres horas a la semana”.
- Exigir formación mínima y protocolos de trabajo estandarizados.
- Supervisar periódicamente el servicio para comprobar que se cumplen los acuerdos.
- Priorizar la calidad frente al precio, entendiendo que un servicio barato que no cumple con lo esperado acaba saliendo caro.
- Reconocer el valor del trabajo bien hecho, fomentando relaciones más estables y dignas con el personal de limpieza.
La limpieza en comunidades atraviesa una etapa de clara precarización con salarios bajos, falta de relevo generacional, presión por precio y ausencia de formación, crenado todo ello un cóctel que amenaza con hacer crónico el problema. Sin embargo, no todo está perdido. Con comunidades más conscientes, contratos más profesionales y empresas que apuesten por la formación y la estabilidad, es posible recuperar la dignidad y la calidad de este sector tan esencial para la vida en comunidad. La limpieza en las comunidades no es un lujo, es la primera carta de presentación de un edificio y una inversión en bienestar para todos los vecinos.